Talento y destreza en la orfebrerÃa inca
Hablar de la civilización inca es hablar de uno de los pueblos precolombinos más fascinantes del planeta. Y no sólo por ser una civilización muy desarrollada, rica y con un gran nivel de organización, sino también por sus numerosos rastros arquitectónicos, como las ruinas del Machu Picchu.
No obstante, es la historia de El Dorado y de aquel fabuloso tesoro nunca hallado y ampliamente buscado por aventureros y arqueólogos, lo que nos da pie para escribir este post. Acompáñanos para conocer un pueblo experto y con gran talento en la realización de trabajos de orfebrerÃa y en la elaboración de joyas y detalles con los productos más preciados de aquella época: el oro, la plata y el spondylus.
Y es que la civilización quechua supo trabajar estos metales que obtenÃa de los rÃos Sandia, Santa, Macará, ApurÃmac y Carabaya. Pero también fueron maestros artesanos del platino y el cobre, el plomo, el estaño y el bronce, elaborando todo tipo de utensilios de uso cotidiano y ceremonial, figuras y joyas.
Spondylus, el oro rojo
Sin embargo, uno de los materiales más preciados, incluso más que el oro, fue la concha de spondylus, que se almacenaba en el norte de Perú para ser repartida por todo el imperio y tallar todo tipo de utensilios y joyas.
El spondylus, también llamado oro rojo para los incas, es un género de moluscos de la familia Spondyliade que se caracteriza por su fuerte concha, sus espinas exteriores y su color púrpura. Además de ser sagrado para los antiguos pueblos precolombinos, era tallado para confeccionar todo tipo de figuritas y hasta utilizado como moneda de cambio en las transacciones comerciales. Este hecho fue aprovechado por los colonizadores españoles para intercambiar spondylus por oro, ya que la concha del bivalvo era incluso más valorada que el metal amarillo.
El oro, un metal sagrado
El oro para los incas era más que un metal, un objeto sagrado enviado por el dios sol Inti y lo custodiaban con mucho celo en Cuzco, a donde era enviado desde las minas, propiedad del emperador.
La mezcla de metales se llevaba a cabo en los Huarapaya, unos grandes hornos que el viento y la acción del hombre mantenÃan siempre a la temperatura idónea para la fusión. Los objetos en oro y plata tenÃan fines ornamentales, con la creación de joyas, máscaras para momias y figuras de animales originarios de la zona. Dos de los métodos empleados por los quechuas para trabajar los metales fueron el vaciado del metal fundido en moldes y su martilleo para crear finas láminas y moldearlas.
El origen de la orfebrerÃa inca hay que buscarlo en los Chimú, una cultura anterior a la inca que se expandió entre los años 1.000 y 1.200 y que trabaja los metales con gran maestrÃa. Los objetos y joyas elaboradas servÃan para rendir culto religioso y dar a conocer el rango social de la persona que los llevaba.
El Dorado, el tesoro nunca hallado
Entre los años 1525 y 1536 los españoles, con Francisco Pizarro a la cabeza, conquistaron el territorio del estado inca. Cuentan que la sed de oro de los españoles era tal, que capturaron al lÃder Atahualpa y que exigieron una habitación llena de oro por su liberación. Cuenta la leyenda que el resto de jefes incas accedieron a las exigencias de los conquistadores y que empezaron a atesorar oro en Cuzco.
No obstante, los españoles exigieron más oro por su liberación y los incas comenzaron a traer oro de diversos puntos del imperio. Sin embargo según la leyenda, durante el viaje para intercambiar el oro por Atahualpa los incas se enteraron de que los españoles habÃan matado al gran lÃder quechua, por lo que desmantelaron la ciudad de Cuzco y ocultaron el tesoro en algún lugar. A este lugar, que se desconoce aún hoy en dÃa dónde se encuentra, se le dio el nombre de El Dorado. Al llegar los españoles a Cuzco se encontraron con una ciudad vacÃa.
De nada han servido las expediciones llevadas a cabo por caza recompensas, arqueólogos y aventureros para hallar El Dorado, y el oro inca que se hace escondido, según la leyenda, continúa siendo un enigma.